Xavier Caño Tamayo - CCS
El neoliberalismo pretende que subir impuestos es malo, porque reduce la demanda y tampoco es bueno aumentar impuestos a los ricos. Dicen. Pero ambos mitos son falsos. Los ricos pagan pocos impuestos y aún quieren pagar menos.
“Individuos con altísimo valor neto” son quienes poseen activos superiores a 30 millones de dólares. Según Dean Baker, hay 187.380 de ellos en el mundo y que tengan más de un millón y menos de 30, unos cuantos millones. ¿Cuán llenas no estarían las arcas públicas si los ricos, más ricos y muy ricos del mundo pagaran lo que han de pagar?
Pero Margaret Thatcher y Ronald Reagan establecieron la bajada de impuestos a ricos, muy ricos y obscenamente ricos. Incluso presuntos progresistas (el PSOE en España) pretendieron que bajar impuestos era de izquierdas. Atraer dinero devino obsesión de gobiernos, que compiten en rebajar impuestos a los ricos. La crisis ha puesto algo en cuestión esa tendencia, pero poco.
Tras la II Guerra Mundial, el tipo máximo del impuesto sobre la renta en Reino Unido era 95% y, en 1979, aún era 83%. En Estados Unidos, durante veinticinco años hubo un impuesto del 91% para las rentas más altas. En esos años el déficit de Estados Unidos nunca sobrepasó el 3% del PIB. ¿Se imaginan? Pero hoy, los sistemas fiscales favorecen a los ricos y muy ricos. Dogma de fe. Por eso, en los treinta países más desarrollados de la OCDE, el impuesto sobre la renta de personas físicas no trata igual los beneficios del capital que los salarios. Las rentas del capital tributan bastante menos; trabajar y producir paga más impuestos que especular en Bolsa. Sin contar las excepciones, deducciones fiscales y subvenciones estatales que reducen aún más los impuestos a pagar por los ricos (personas y empresas). Y el fraude fiscal.
En España, ese fraude ronda 60.000 millones de euros, de los que casi tres cuartas partes son por evasión de impuestos de grandes empresas, grandes fortunas y bancos. Según técnicos de Hacienda, de recuperarse solo la mitad del fraude fiscal, España tendría un PIB superior al de Italia e igual al de Reino Unido. En Italia se pierden anualmente 152.000 millones de dólares por evasión de impuestos. Hace unos meses, la policía fiscal italiana irrumpió en centros de vacaciones de lujo para buscar pruebas de evasión fiscal. Descubrieron más de cuarenta automóviles de super-lujo de más de 250.000 dólares de precio, propiedad de sujetos que declaraban ingresos inferiores a 25.000 dólares anuales.
Herramientas para pagar menos impuestos son las sociedades de inversión de capital variable (Sicav) que en España solo pagan un 1% por ganancia de valor. Luego hay fundaciones, utilizadas para ocultar grandes fortunas, que pueden constituirse en paraísos fiscales sin pagar y garantizando el anonimato de sus propietarios. Las sociedades patrimoniales, por su parte, sirven para no pagar impuestos de plusvalía por revalorización de inmuebles. Fingir otra residencia también permite evadir impuestos: se simula vivir en otro país con impuestos bajos y no se pagan en el propio; famosos deportistas y estrellas del espectáculo utilizan ese tipo de fraude.
Pero nada sería posible sin paraísos fiscales: finalmente el dinero evadido se oculta y blanquea en ellos. Y no hay que viajar al Caribe. En España, Luis Pardo, fiscal anti-corrupción, denunciaba que hay paraísos fiscales en el paseo de la Castellana, porque los grandes bancos tienen sus sedes en esa amplia avenida de Madrid y desde ellas sus clientes ricos pueden desviar dinero a los estados de cartón-piedra que son los paraísos fiscales, donde no hay impuestos y se ocultan, mueven y blanquean libre e impunemente capitales y beneficios en el más absoluto anonimato.
Lo cierto es que los brutales recortes de gasto público obligatorios en Europa por imposición del FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea son consecuencia de que los ricos paguen menos o defrauden desde hace décadas. En Alemania, las bajadas tributarias a quienes más tienen, iniciadas por el gobierno Schroeder y continuadas por Merkel, significan una reducción anual de 75.000 millones de euros en los ingresos estatales.
El verdadero problema es que quienes más tienen pagan pocos impuestos. O ninguno. Legalmente (por la servidumbre de los gobiernos) o defraudando. Y, mientras los ricos no paguen los impuestos que deben y haya fraude fiscal, no habrá suficiente dinero público, los estados necesitarán endeudarse, pero la impuesta austeridad fiscal conducirá al desastre. Es imprescindible luchar contra el fraude de grandes fortunas, grandes empresas y contra los paraísos fiscales.
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