Alejandro Nadal - La Jornada
Hay dos mitos centrales sobre el funcionamiento de los bancos. El primero es que los bancos simple y sencillamente desempeñan una función de intermediación entre ahorradores y demandantes de fondos para invertir. De acuerdo con esta idea, en una economía existen agentes que depositan sus ahorros en los bancos. En esa misma economía existen agentes que están dispuestos a invertir en proyectos rentables y piden recursos prestados a los bancos. El banco paga intereses a los ahorradores, pero cobra intereses más altos a los inversionistas: la diferencia entre esas dos tasas es su fuente de ganancias.
El segundo mito concierne al papel de las reservas que obligatoriamente deben mantener los bancos. El banco central o las agencias regulatorias imponen el requerimiento de mantener en reserva un cierto nivel de los depósitos bancarios. Las reservas son necesarias porque el banco tiene la obligación de devolver a los ahorradores el dinero depositado. Se espera que no todos los depositantes acudan a retirar su dinero al mismo tiempo, de lo contrario ningún banco es viable.
Los recursos que le quedan al banco, una vez que hace a un lado las reserves, pueden ser prestados: es lo que se llama el sistema de reserva fraccionaria y da origen al multiplicador monetario o bancario. Por ejemplo, si un banco recibe un depósito de mil pesos y el nivel de reservas obligatorias que debe mantener es de 10 por ciento, eso quiere decir que puede prestar 900 pesos. Si el agente que recibe ese préstamo acude a otro banco y los deposita, ese banco debe conservar en reserva 90 pesos y ahora puede prestar 810 pesos y así sucesivamente. Si le quiere echar números verá que el multiplicador monetario es la inversa del coeficiente de reservas obligatorias, en este caso dicho multiplicador es igual a diez. Suponiendo que los prestamistas depositan todo en un banco, al final de la serie el depósito inicial de mil pesos habrá dado lugar a un aumento en la masa circulante equivalente a diez mil pesos.
Es simple, pero falso. En realidad, los bancos no realizan préstamos de recursos que previamente han sido depositados en ellos. Cuando se autoriza un crédito el gerente del banco no corre a la trastienda a ver si todavía quedan depósitos disponibles. Esa idea de que los bancos son intermediarios de los fondos prestables es una tontería y lo único que sorprende es por qué tanta gente, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, sigue creyendo en esta fábula.
Ahora viene lo mejor. Ese mito no es el único que rodea a la actividad bancaria. Ahora se ha derrumbado la siguiente fábula, la de la reserva fraccionaria. Hasta aquí hemos visto que los bancos realizan una actividad de creación monetaria que no está constreñida por la disponibilidad de fondos prestables. Pero esta crisis ha puesto al descubierto otra gran leyenda. Los bancos tampoco están restringidos por las reservas obligatorias.
Los datos reales demuestran que, en realidad, las reservas de los bancos están desconectadas de los préstamos. Por ejemplo, en el verano de 2007, poco antes de estallar la crisis financiera, las reservas en los bancos en Estados Unidos alcanzaban un total de 15 mil millones de dólares. Un año y medio más tarde, en diciembre 2008, las reservas de los bancos habían aumentado a 788 mil millones de dólares (mmdd). A pesar de este aumento espectacular en las reserves, la cantidad de dinero en circulación no presentaba el aumento que (de acuerdo con la fábula del multiplicador monetario o bancario) debería haber existido. Para colocar la cuestión de otro modo, las reservas se habían multiplicado por un factor de 50 pero el agregado monetario M2 había crecido apenas 8.5 por ciento (M2 es la medida de circulante más socorrida e incluye monedas y billetes, depósitos en cuentas de cheques y ahorro, mercado de dinero al menudeo y depósitos pequeños a plazo).
Lo que demuestra todo lo anterior es que la creación monetaria no está vinculada a las reservas y, por lo tanto, una política monetaria que busca incidir sobre el dinero en circulación a través de las reservas está destinada al fracaso. La idea de que existe un multiplicador que actúa como correa de transmisión de los efectos de la política monetaria es incorrecta. La generosa inyección de liquidez que la Reserva Federal ha puesto a disposición de los bancos a un costo nulo sólo está sirviendo para nutrir las arcas de bancos y grupos corporativos que tienen capacidad de invertir en el mundo entero. Esa liquidez no tiene salida en forma de crédito en Estados Unidos y no sirve para sacar a la economía de ese país a flote.
Lo que se comenta aquí no es privativo de los bancos estadunidenses. Con las adaptaciones del caso se aplica al sector bancario de todo el mundo. La conclusión no es que hay que incrementar las reserves, como afirman muchos, sino que hay que establecer un control político y social sobre el sector bancario. En suma, la facultad de creación monetaria no puede estar en manos de particulares: debe abolirse la propiedad privada de los bancos.
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