Yanis Varoufakis - Sin permiso
Ben Hunt, de FUND STRATEGY, me presentó un cuestionario con 8 pregnantes preguntas relativas a la persistencia de la Crisis Global en relación con varios temas de mi último libro, Global Minotaur. Lo que sigue a continuación es un borrador de la entrevista que será pronto publicada en inglés.
1. ¿Qué cree Usted que ha impulsado el crecimiento de la economía mundial (cuál ha sido, si lo prefiere, el “motor del crecimiento”) desde la recuperación posterior a 2009? ¿Ha vivido la economía con “respiración asistida”, merced a un impulso de crecimiento proporcionado por el estímulo fiscal de China, EEUU, etc.?
Desde el Desplome de 2008, lo que hay que contar es la historia de dos mundos: la Recesión Nordatlántica y el crecimiento considerable en China, India, Latinoamérica y, de modo singularmente intenso, África. Sin embargo, todas las fuentes de crecimiento que acabo de mencionar se reducen a un solo país: China. Sin el crecimiento chino, no sólo China estaría terriblemente desestabilizada, sino que se puede argüir que no habría habido crecimiento en Sudamérica (porque su crecimiento se basa en exportaciones a China) o en África (porque la inversión china directa es allí la mayor bendición). Aunque el crecimiento de la India no depende de China, lo cierto es que es demasiado anémico y de puertas adentro como para contar como fuente de demanda mundial.
2. En relación con eso, ¿qué novedades presenta este año, y particularmente, este verano con la aceleración del declive?¿Entiende usted que se trata de una combinación de factores: agotamiento del estímulo, profundización de la recesión europea, medidas de enfriamiento para combatir la inflación en China, desapalancamiento en los EEUU? O tiende usted a singularizar como decisivo algún factor: profundización de la austeridad en Europa, caída de la demanda europea, lo que afecta a China, EEUU, etc.?
La Crisis es global, y globales son también las razones de su actual aceleración mundial.
Europa, ni que decir tiene, es el enfermo del planeta, y está exportando a todo el mundo los efectos recesivos de sus políticas de austeridad. Pero no es sólo la austeridad lo que hace de Europa la Némesis global. Responsable es más bien la combinación de la ridícula arquitectura institucional de la Eurozona con la administración del fármaco de la austeridad, o, para decirlo más propiamente, del veneno de la austeridad.
Sin embargo, fuera de Europa, está actuando un buen número de fuerzas recesivas. En los EEUU, la disputa entre el Congreso y la administración en torno a la política fiscal ha enturbiado las aguas, ha causado un pico de incertidumbre (la debacle de los techos de deuda es sólo la punta del iceberg) y ha dejado al Sr. Bernanke, de la Reserva Federal, con demasiada tareas y una sola palanca a su disposición (la flexibilización cuantitativa). Pero cuando la demanda agregada es tan deficiente y cuando la fuerza de trabajo se contrae por causa del llamado efecto conocido como “desaliento laboral”, por mucho que la Fed dispare la oferta de dinero, sus posibilidades de éxito a la hora de estimular la actividad económica resultan harto limitadas. Como dijo en cierta ocasión Keynes, es como tratar de empujar una cuerda colgante desde abajo, en vez de tirar de ella desde arriba.
Entretanto, aunque China actúa mucho más responsablemente poniendo por obra tanto políticas monetarias como fiscales que han levantado generosamente la inversión, lo cierto es que la economía china no está en condiciones de crear demanda en otras partes del mundo a través de estímulos. Todo lo que ha conseguido el estímulo fiscal es incrementar la tasa de inversión en relación con el PIB hasta un sorprendente 70%, empujando la tasa de consumo de la población china sólo hasta un ridículo 25%: una receta segura para unas malas expectativas de demanda agregada y crecimiento. Juntado eso a una política monetaria relativamente laxa, el resultado es una combinación letal de burbujas de activos (señaladamente en el sector de bienes raíces) y caída del consumo. Para ser justos con Beijing, no tienen elección. Sólo el “manirroto” Occidente puede generar la demanda necesaria para reequilibrar la economía global. China, sencillamente, no puede hacerlo por sí propia. Trágicamente, Occidente ha perdido su inclinación a diseñar políticas macroeconómicas globalmente sostenibles.
3. Hablando de la China de estos últimos años, ¿no cree usted que, en realidad, no ha sido un “motor del crecimiento” para la economía mundial, a pesar de que la gente habla confusonariamente del papel de China como contribuyente a una cuarta parte del crecimiento mundial? Puede que China haya contribuido al enriquecimiento de productores de mercancías, pero con un consumo tan bajo ni de lejos está jugando en parte alguna el papel que jugaron los EEUU como consumidor de último recurso de la economía mundial, ¿no le parece? Y mirando hacia el futuro, usted, supongo, no espera que China pueda jugar ese papel a corto o medio plazo…
Véase la respuesta a la pregunta anterior.
4. Pasemos ahora al asunto del desplome del crédito y del estímulo monetario del que ha hablado usted. Por decirlo simple y sumariamente: una buena parte de la demanda agregada de los últimos años venía de la continuada expansión del crédito/deuda al consumidor en las naciones deficitario-deudoras; pero eso se acabó en 2008. Con los actuales niveles de desempleo y de deuda, etc., los consumidores han perdido las ganas de pedir créditos, se están desapalancando en los EEUU, los bancos que prestan en varios contextos –en los mercados hipotecarios, de deuda pública, etc.— están en muchos casos presos del miedo. Mi primera pregunta es sobre el estímulo monetario. Presumiblemente, su análisis es que las oleadas de LTRO [Operaciones de Financiación a Largo Plazo, siglas en inglés de la política del BCE de préstamos baratos a los banca privada europea desde agosto de 2011], flexibilización cuantitativa de la Fed, etc., no han hecho sino enchufarse a los agujeros de los malos préstamos y reparar los balances, pero no han conducido a préstamos e inversiones productivos en la economía real. ¿Es así? La segunda cuestión tiene que ver con algo que yo no acabo de comprender, y que tal vez llegaría a entender con alguna ilustración. Observo que un desplome del crédito es tremendamente importante en un país como Grecia, dominado por pequeñas empresas perentoriamente dependientes de las líneas de crédito. Pero, ¿qué hay de las economías “granempresariales” como la del Reino Unido, cuyo gobierno insiste en que la restauración del crédito a las PYMEs es algo fundamental? Aquí el asunto del crédito me resulta confuso, porque desconozco la importancia relativa, digamos, de la inversión de las PYMEs comparada con la de las grandes empresas (estas últimas no pueden depender del crédito, disponiendo como disponen de enormes sumas de liquidez que, pudiéndolas invertir, no las invierten). Me pregunto si la cuestión de las grandes empresas que no invierten es la cuestión central que afecta a los suministradores de las PYMES y al resto de la economía, y no la cuestión del préstamo a las PYMES como tal.
Para empezar, el rumor de un estímulo fiscal en los EEUU es una grosera exageración. Si usted toma en cuenta la drástica caída del gasto público de los estados federados y de los municipios norteamericanos, verá que no hubo tal estímulo. Lo que hubo fue un volumen significativo de flexibilización cuantitativa por parte de la Fed, de consuno con el prepóstero plan Geithner-Summers, que no tenía otro propósito que el de cubrir las vergüenzas del Congreso permitiendo fingir a los legisladores que “pensaban” que se había creado un mercado para los difuntos y detestados derivados financieros (tóxicos), cuando, en realidad, se le estaba cargando al contribuyente la factura de las pésimas apuestas del sector privado.
En lo tocante a la flexibilización cuantitativa, nunca hubo la menor posibilidad de que la Fed pudiera crear suficiente demanda agregada mediante la compra de papeles y títulos bancarios de dudoso valor. Lo cierto es que la Fed tenía incluso dificultades reales hasta para incrementar la oferta monetaria, puesto que los bancos se negaban a prestar a pesar de las ridículas facilidades financieras que les ofrecía la Fed, con intereses prácticamente cero.
Así pues, y para hacer corta una larga historia: hubo un pequeño, y precioso, estímulo fiscal en EEUU. Ninguno en Europa. Y las operaciones monetarias a ambos lados del Atlántico fracasaron a la hora de lidiar con la insolvencia bancaria, aun manteniendo la liquidez de los bancos: se hizo precisamente lo que se reprochaba haber hecho a las autoridades monetarias japonesas en los 90. Las dos flexibilizaciones cuantitativas en EEUU y las dos LTROs en Europa lo único que consiguieron fue la “zombificación” de los bancos, un proceso que agudizó el potencial de la Crisis para causar daños recesivos a largo plazo a todo el mundo.
5. Entremos ahora en los temas de su último libro… Tengo una primera e importante pregunta. En general, me convence su análisis; creo que es excelente y que plantea algunas cuestiones verdaderamente profundas. El capitalismo necesita un Mecanismo Global de Reciclaje del Excedente (MGRE), un modo de reinvertir los excedentes comerciales y los beneficios, a fin de coordinar la producción y el consumo a escala internacional y asegurar que los desequilibrios comerciales no lleguen a alcanzar, con el tiempo, proporciones críticas. Según lo entiendo, el fallo del MGRE puesto por obra por el Minotauro Global [metáfora de Varoufakis para el neoliberalismo; T.] fue que los excedentes/beneficios no se reinvertían productivamente en los EEUU, sino que iban a Wall Street y se reciclaban en especulación y consumo, más que en inversión productiva, lo que habría reconstruido la industria estadounidense, lanzado la producción estadounidense y reequilibrado las balanzas. Entonces usted plantea un problema: una desaceleración de la inversión productiva y del crecimiento, y al propio tiempo, un proceso de financiarización (burbujas, deuda, etc.), que pierden tangencia con la economía real. La deuda crece demasiado en relación con los ingresos; el sector financiero crece también demasiado en relación con la economía real, y así sucesivamente. Visto en otro plano, el “privilegio exorbitante” se venga, en el sentido de que los EEUU se endeudan más y más, con el dólar como moneda de reserva, a distintos niveles, pero su economía se debilita al mismo tiempo, lo que genera la peligrosa divergencia que es ahora la “trampa del bajo crecimiento y alto endeudamiento”. Primera cuestión, pues: ¿lo he entendido bien?
Yo creo que sí.
Entonces mi segunda cuestión es esta: ¿por qué el crédito de nueva creación, y los beneficios de los demás, no fueron reeinvertidos en la industria y la producción en los EEUU? ¿Qué explica el proceso paralelo de financiarización y desindustrialización? Me pregunto si la respuesta es que, simplemente, los beneficios crecieron más en la finanza que en la industria desde comienzos de los 80, en parte, quizá –como usted, creo, apunta brevemente en su libro—, debido a la desregulación de las finanzas, es decir, de los tipos de interés. Las grandes empresas empezaron a invertir más capital en las finanzas, a recomprar las propias acciones, etc., mientras que el crédito bancario creció más para las finanzas y los bienes raíces que para la industria. ¿Cree usted que eso es el factor clave, o cree que hay otros factores? Por ejemplo, la inversión granempresarial en la economía real se halla en un inveterado declive (¿desde los 70?). Algunos, Robert Brenner, por ejemplo, dirían que eso tiene que ver con la incapacidad para restaurar la tasa de beneficio a los niveles de postguerra. Otros, como Michael Hudson, que las finanzas se han hecho con una mayor proporción de los ingresos de los trabajadores, lo que ha significado dinero detraído a la compra de bienes y servicios y un golpe a la demanda agregada, lo que, a su vez, ha socavado la motivación para la inversión empresarial. Me interesaría mucho conocer su opinión la respecto.
Todo eso es verdad. Pero deja de lado la gran cuestión: ¿Por qué tuvo que crecer tanto el sector financiero a expensas de la industria? Mi respuesta es muy simple: porque la acumulación de capital nunca deja de seguir la vía de menor resistencia. Dado el volumen de los flujos de capital hacia los EEUU, y la ansiedad respecto de su posible interrupción en el futuro, resultaba imperativo que se mantuvieran las condiciones que permitían mantener la llegada de esos flujos a los EEUU. Requisito primero de todo eso era que los salarios reales de los trabajadores norteamericanos siguieran siendo bajos y que la inflación estadounidense fuera más baja que la europea y que la japonesa. Subcontratar a Asia, adoptar el modelo Wal-Mart (a fin de presionar, a la vez, al trabajador norteamericano, a los pequeños productores norteamericanos y a los suministradores extranjeros) resultaban esenciales para mantener la rueda de la Fortuna y el dinamismo del Minotauro Global. De aquí que la desindustrialización de los EEUU y la efectiva conversión de parte de Norteamérica en una forma de sociedad tercermundista fueran elementos cruciales del mecanismo de reciclaje global que echó a andar en los 70 y estalló por los aires en 2008: a eso me refiero cuando hablo del Minotauro Global.
7. Otra cuestión que surge de aquí tiene que ver con el papel desempeñado por las grandes empresas transnacionales. Usted se ha referido al problema general de la confianza empresarial, relacionándolo con el debilitamiento de la demanda agregada observado en estos últimos años. Los empresarios no invierten, atesoran efectivo, etc. Pero si hay un inveterado declive de las inversiones, al menos en los EEUU y el Reino Unido (el atesoramiento de dinero efectivo empezó a dispararse al alza hace más o menos una década), ¿podría decirse que asistimos a un problema del lado de la oferta (falta de inversión a largo plazo) exacerbado por un golpe a la demanda resultante, estos últimos años, de la falta de crédito a los hogares, a las pequeñas empresas, etc.? ¿Lo ve así?
Muy de acuerdo, sí. Pero eso no resulta sorprendente. Cualquier Crisis con “c” mayúscula implica la coexistencia de dos “montañas”: una montaña de deudas y de pérdidas bancarias, por un lado, y una montaña de ahorros ociosos demasiado amedrentados para canalizarse “por sí propios” hacia la inversión productiva. La situación en que nos hallamos desde 2008 es un caso típico de eso que le digo.
8. Finalmente, y como usted dice en su libro, hemos oído últimamente mucha verborrea sobre desequilibrios globales por parte de los académicos y de instituciones como el FMI, el G20, etc. ¿Le parece insuficiente toda esta retórica? ¿Ve usted algún indicio de que quienes toman decisiones políticas terminen comprendiendo la necesidad de abordar seriamente esos desequilibrios –lanzando otro MGRE, por decirlo con su léxico--, algún indicio en su mundo de dos escenarios: Occidente realizando una epifanía y percatándose de la necesidad de un nuevo acuerdo tipo Bretton Woods, o los BRICS coordinando nuevas inversiones productivas?
Me gustaría compartir con usted buenos augurios. Pero no puedo. El G20 estuvo una vez a la altura de sus responsabilidades, tras la caída de Lehman’s en 2008. Desde entonces, los poderes realmente existentes han demostrado espectacularmente una inusitada capacidad para fracasar en la tarea de coordinarse en una estrategia global para frenar la Crisis. Con Europa en vanguardia de la idiocia organizada, la economía global está experimentando la Gran-Recesión-Que-No-Tendríamos-Que-Estar-Experimentando. Aun si dispusiéramos de autoridades que tuvieran un adarme de comprensión de la necesidad de programar el reciclaje del excedente (una condición necesaria, aunque no suficiente, para salir de la Crisis), nuestro análisis sólo resultaría útilmente completo si entrañara una estimación de las tendencias naturales al fracaso de los mercados de trabajo y monetario. Nada de eso está en el aire. No hay epifanía a la vista. No se divisa en el horizonte un Roosevelt. De verdad que me gustaría estar equivocado, o ser lo suficientemente ciego como para no distinguir los rayos de luz en la lejanía. Mucho me temo, empero, que es que no están.
Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, está a punto de ser publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella
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