10 marzo 2011

Cómo destruir una recuperación

Paul Krugman - El País

Las noticias económicas han sido mejores últimamente. Las nuevas solicitudes de prestación por desempleo están bajando; las encuestas sobre negocio y consumo indican un crecimiento sólido. Seguimos cerca del fondo de un hoyo muy profundo, pero al menos estamos remontando. Es una pena que tantas personas, principalmente de la derecha política, quieran enviarnos rodando para abajo otra vez.

Pero antes de tocar ese punto, hablemos de por qué la recuperación económica ha tardado tanto en llegar. Algunos economistas esperaban un rápido rebote una vez que hubiésemos superado la fase aguda de la crisis financiera -en la que yo pienso como el periodo de Dios, todos vamos a morir-, que se extendió aproximadamente desde septiembre de 2008 hasta marzo de 2009. Pero no era eso lo que nos deparaba el destino. La economía de burbuja de los años de Bush dejó a muchos estadounidenses con demasiada deuda; una vez que la burbuja estalló, los consumidores se vieron obligados a hacer recortes e, inevitablemente, arreglar sus finanzas iba a llevarles tiempo. Y la inversión empresarial también estaba abocada a decaer. ¿Por qué aumentar la capacidad cuando la demanda de los consumidores es débil y uno no está usando las fábricas y edificios de oficinas que tiene?

El único modo en que podríamos haber evitado una depresión prolongada habría sido aprovechar al máximo la capacidad de gasto gubernamental. Pero eso no sucedió. De hecho, el crecimiento del gasto público total se ralentizó después de que la recesión nos golpease, a medida que el débil estímulo federal se vio frenado por una oleada de recortes a escala estatal y local.

Así que hemos experimentado años de paro elevado y crecimiento insuficiente. Sin embargo, a pesar del sufrimiento, las familias estadounidenses han mejorado poco a poco su situación financiera. Y en los últimos meses ha habido indicios de un incipiente círculo virtuoso. A medida que las familias han ido arreglando sus finanzas, han aumentado su gasto; a medida que la demanda de los consumidores ha empezado a recuperarse, las empresas han estado más dispuestas a invertir; y todo esto ha conducido a una economía en expansión, lo cual mejora aún más la situación financiera de las familias.

Pero sigue siendo un proceso frágil, sobre todo si tenemos en cuenta los efectos de la subida de los precios del petróleo y los alimentos. Estas subidas de precios tienen poco que ver con la política estadounidense; se deben principalmente al aumento de la demanda de China y otros mercados emergentes, por un lado, y a los cortes del suministro causados por la agitación política y el mal tiempo, por otro. Pero son un revés para el poder adquisitivo en una época especialmente difícil. Y las cosas empeorarán mucho más si la Reserva Federal y otros bancos centrales responden equivocadamente al aumento de la inflación total subiendo los tipos de interés.

Sin embargo, el peligro claro y actual para la recuperación procede de la política; concretamente, de la exigencia de los republicanos de la Cámara de que el Gobierno recorte drástica e inmediatamente el gasto en nutrición infantil, control de enfermedades, agua potable y demás. Dejando a un lado las consecuencias negativas a largo plazo, estos recortes conducirían, directa e indirectamente, a la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo (y esto podría romper el círculo virtuoso de ingresos que crecen y finanzas que mejoran).

Por supuesto, los republicanos creen, o al menos fingen creer, que los efectos directos de destrucción de empleo de sus propuestas se verían más que compensados por un aumento de la confianza de las empresas. Como a mí me gusta expresarlo, creen que el hada de la confianza hará que todo se arregle.

Pero no hay motivos para que el resto de nosotros compartamos esa creencia. Para empezar, resulta difícil ver cómo un plan tan evidentemente irresponsable -¿desde cuándo privar de fondos a la Agencia Tributaria ayuda a reducir el déficit?- puede mejorar la confianza.

Aparte de eso, tenemos muchas pruebas procedentes de otros países acerca de las perspectivas de la "austeridad expansiva", y dichas pruebas son todas negativas. El pasado octubre, un exhaustivo estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) llegaba a la conclusión de que "la idea de que la austeridad fiscal estimula la actividad económica a corto plazo tiene poca base en los datos".

¿Y recuerdan los magníficos elogios dedicados al Gobierno conservador de Reino Unido, el cual anunció unas durísimas medidas de austeridad tras asumir el cargo el pasado mayo? ¿Cómo va eso? Bueno, de hecho, la confianza de las empresas no aumentó cuando se anunció el plan; se hundió y todavía tiene que recuperarse. Y sondeos recientes señalan que la confianza de empresas y consumidores ha descendido todavía más, lo que indica, como se señala en un informe, que el sector privado "no está preparado para llenar el hueco dejado por los recortes del sector público".

Lo que nos devuelve al debate presupuestario en Estados Unidos. Durante las próximas semanas, los republicanos de la Cámara tratarán de chantajear a la Administración de Obama para que acepte los recortes del gasto propuestos por ellos, empleando la amenaza de un bloqueo gubernamental. Afirmarán que esos recortes serían buenos para Estados Unidos tanto a corto como a largo plazo.

Pero lo cierto es justamente lo contrario: los republicanos han conseguido presentar unos recortes del gasto que cumplirían una doble función: socavar el futuro de Estados Unidos y amenazar con malograr la incipiente recuperación económica.

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